martes, 6 de abril de 2010

El Comienzo...




(esta fue la tapa de la primera publicación impresa de Km0)


STAFF

EQUIPO DE REDACCIÓN Y COORDINACIÓN:
Leandro Cea - Estefanía Sarandón - Leonel Soares - Nancy Soria

ARTE Y DISEÑO:
Juan Battista - Ana Fernández Fraga - Julio Salguero

COLUMNISTA INVITADO:
Lic. en Turismo Marta Mónica Asensio

Agradecimiento a: Solange - Fabián - Ignacio - Juan Carlos


ÍNDICE

  • El Poncho
  • Historia del Turismo
  • El Camino del Gaucho
  • Viajar: una forma de vida
  • Relato de Viaje
  • Alta Gracia
  • Torre Tanque
  • Festival de Cine
  • Medicina del Viajero
  • Transportando Inseguridad

Año 1 - Nº 1 - Editorial



Mayo del 2007

Quienes se rinden y se dan por vencidos al instante, en el intento de conquistar lo que en un principio parece inconquistable, con el tiempo entienden que hubiese valido la pena arriesgarlo todo, hasta las ilusiones y mucho más, porque arriesgándolo todo quizás se llega a comprender el valor y el sentido de aquello que llamamos ideal.

Creemos firmemente en la perseverancia pues,somos testigos de que, ella y sólo ella nos ayudó a seguir adelante en largas joranadas de labor y compromiso personal, tras las que caíamos rendidos y con pocas fuerzas para llevar a cabo este proyecto. La tormenta no fue suficiente para apagar el fuego que habíamos encendido, pues hoy orgullosos podemos alzar la bandera de Km 0, un recorrido por el turismo y todas las actividades relacionadas con el mismo que nos ayudarán a comprender este fenómeno tan particular del que ya formamos parte.

Es nuestro deseo hacer de este medio una grata experiencia colectiva que le de riqueza a nuestras vidas y amplie nuestros conocimientos individuales.

Los más sinceros agradecimientos a nuestros publicitantes de la versión impresa de esta revista, quienes confiaron y creyeron desde un principio en nosotros, e intamos humildemente a todos los aficionados de los viajes e interesados en esta hermosa actividad que es el Turismo, a participar con su lectura de esta gran propuesta.

La ruta continúa, el camino será largo y se seguirán encontrando diversos obstáculos; intentaremos superarlos con tenacidad y trabajo, bajo el alumbrar de la esperanza, que ningún soplo habrá de apagar.


Km 0

El Poncho

Es cuestionable pensar que un simple objeto material pueda ser el estandarte o símbolo de una cultura. No obstante, es evidente que ciertos elementos como las herramientas, vestimentas, banderas y comidas por ejemplo, son a simple vista funcionales y necesarios para subsistir a través de los tiempos, y los mismos no adquirirían un carácter más que superficial si no los encuadrásemos y reconociéramos dentro de los períodos y acontecimientos que les dan significado.
En el caso que nos atañe, el poncho, desde un punto de vista netamente utilitario, es decir, considerado como una simple vestimenta acompañante del gaucho en sus travesías, no merecería adquirir una connotación mas allá de lo efímero y secundario; sin embargo, entendiéndolo en su contexto, dentro del proceso histórico-cultural que sentó las bases de nuestro rico y valioso país, seria ilógico no destacarlo y reconocer las implicancias generadas en su período de mayor utilización.
De no hacerlo negaríamos parte de nuestra propia existencia, orígenes y tradiciones, borrando del mapa los caminos que conducen a la afirmación de las raíces de tan preciada identidad cultural argentina.
Para los menos adentrados en el tema, les contamos que el poncho es una prenda de vestir característica del gaucho argentino; los hay de diferentes tipos y materiales, pero todos ellos siguen un patrón general, consistente en una pieza rectangular con una abertura en el centro por donde se introduce la cabeza, cubriendo gran parte del cuerpo.
Sin contradecir lo antes mencionado, el poncho puede ser considerado como una prenda de carácter universal, ya que ha sido usado por distintas culturas con diferentes fines: los romanos como capa de viaje y de guerra, en el Imperio de Bizancio como prenda de la liturgia de la misa, en la región Andina y Valle de Atacama se descubrieron momias envueltas en tejidos similares a los ponchos.
En América del Sur adquiere relevancia su utilización como elemento de trueque entre indios y pulperos y como símbolo de resistencia indígena contra la corona española. El gaucho pampeano lo empleaba como abrigo en la intemperie, frazada en el suelo, escudo en la pelea a cuchillo, símbolo de duelo o luto, vestimenta para la labor y protección en la cabalgata.
Pese a esta utilidad evidente que le daba el gaucho, esta prenda fue cuestionada por distintos personajes que han marcado la historia del país.
Entre sus principales combatientes se hallaba el “honorable” Domingo Faustino Sarmiento, quien decía: “mientras haya chiripá y poncho, no habrá ciudadanos”. Por otro lado lo enaltecieron el uso y aprobación de San Martín, Quiroga, Dorrego y Urquiza.
La zona de mayor elaboración de ponchos es el norte argentino, en donde la materia prima empleada proviene básicamente de animales tales como la vicuña, la llama, el guanaco y la oveja. En Salta por su parte, los ponchos son hechos de algodón, livianos, suaves, de gran belleza y alto precio.
En la pampa son de lana, tupidos y fuertes como para resistir las lluvias, y los hay de decorados curiosos.
Esta tradicional prenda es producto de un complejo y prolongado proceso que consta de las siguientes etapas: limpieza, tisado, hilado y teñido.
El mismo es realizado en gran medida por la mujer indígena que es la encargada de vestir al marido; sin embargo éste no desempeña un papel irrelevante ya que se ocupa de la captura del animal y de dejarlo en las condiciones necesarias para que la mujer pueda comenzar su labor.
Por todo lo aquí expuesto debemos tener en cuenta que el poncho es parte integrante de la identidad argentina, la cual deberíamos inculcar a los jóvenes encargados de fortalecer nuestras raíces, un tanto olvidadas en los tiempos que corren.
Por eso levantemos la cabeza y miremos a nuestro alrededor. Es hora de descubrir un mundo que habla por sí solo. La clave está en no avergonzarse de nuestro pasado y darlo a conocer. Hay que tener presente que “en la variedad está el gusto”; un mundo homogéneo no es atractivo para nadie, simplemente para los acumuladores de capital alienadores de masas. En la diferencia esta el reconocimiento de nuestra propia cultura.

Km0

lunes, 5 de abril de 2010

Historia del Turismo

El turismo en la actualidad es un fenómeno creciente del cual participan millones de personas a lo largo y ancho de todo el mundo, que involucra a cada vez más capas de población, posibilitando los viajes y el conocimiento de diversas culturas.
Para entender lo que es el turismo y sus implicancias en el mundo moderno tenemos que remontarnos a períodos muy lejanos, donde comenzaron a enlazarse los primeros engranajes que dieron vida al gran motor turístico.
Queremos aclarar que sería imposible abarcar todos los hechos en un nivel de análisis muy detallado, siendo nuestro motivo destacar la esencia de la actividad.
Para ésto elegimos la división convencional que se realiza de la historia, la cual acercaremos a nuestros lectores en cuatro partes correlativas.

Primera Parte: Edad Antigua (4000aC-476dC)

De los primeros viajeros a los centros vacacionales

En la antigüedad no se reconoce un turismo equiparable al que todos conocemos hoy en día, pero sí se encuentran los principales vestigios que fueron moldeándolo. En un principio el hombre estaba sujeto a la naturaleza, y no cabía en él la posibilidad de viajar por placer; era prácticamente inexistente el alojamiento, transporte, moneda y seguridad en los viajes. Sin embargo, siempre hubo quienes rompieron los estándares y se lanzaron en viajes azarosos de los cuales se rescataron los primeros relatos, entre ellos destacamos a Heródoto de Halicarnaso (484-425 a.C.) y Pausanias (siglo II d.C.).
En el período griego (siglo VIII a.C. a siglo II a.C.) no había mucha tendencia a viajar, y si lo hacían era para acudir a fiestas religiosas (dionisias), consultar al oráculo y participar de los Juegos Olímpicos y de los Pitios. También solían viajar en busca de salud a centros asistenciales como por ejemplo el de Epidauro.
Cabe agregar que unos de los factores que imposibilitaba en gran medida los viajes por tierra era la falta de caminos aptos para el tránsito, por lo cual tuvo mayor desarrollo el transporte marítimo. Sólo puede destacarse la Vía Sagrada como una de las mejores y más frecuentadas sendas, importante desde el punto de vista religioso y estratégico por actuar como nexo entre Atenas y Eleusis.
Grecia se vio debilitada tras la Guerra del Peloponeso (433 a.C. - 405 a.C.) entre Atenas y Esparta, hecho que imposibilitó la unión frente a un poderoso enemigo común, Roma, quien se impuso con vehemencia sentando las bases para la construcción de su vasto Imperio. Ya lo decía Martín Fierro, “si entre hermanos se pelean los devoran los de afuera”.
El posterior período de la Pax Romana (27 a.C. – fines siglo II d.C.), caracterizado por el detenimiento de la expansión de las fronteras y la consolidación de los territorios conquistados, sumado a la innecesidad de trabajar por la gran presencia de esclavos y al paulatino desarrollo de los caminos y sistemas de comunicación que esta situación generó, trajo consigo un aumento considerable de los viajes. Los traslados se realizaban principalmente con el objeto de evitar los calores de verano. Los destinos eran variados: en un principio las villas aristocráticas en Lacio y Campania, más adelante optaron por el emprendimiento de desplazamientos de mayor distancia, optando entre lujosos centros vacacionales como los de Baia y Pompeya (poseían piscinas, aguas termales, teatros y todo tipo de placeres) y otros sitios reconocidos en la época, como lo eran Grecia (Troya), Egipto (Pirámides y Esfinge), la bahía Napolitana (volcán Vesubio, ruinas de Pompeya), entre otros.
Con la amplia difusión del cristianismo dentro del Imperio, pequeños grupos de viajeros emprendieron peregrinaciones a Tierra Santa.
A la plebe se la conformaba con la entrega de alimentos gratuitos y con entretenimientos de escaso nivel cultural como lo eran las luchas de gladiadores en el legendario Coliseo. Esta situación es conocida bajo el lema de “pan y circo”, semejante a la que se vive en nuestro días, viendo a las masas alienadas con los conformistas planes trabajar y los reality shows basura.
Los grandes cambios que se sucedieron en este período fueron suscitados por decisiones políticas que influyeron en la forma de vivir de las sociedades en cuestión. Se fue generando lentamente una forma de vida cada vez más dinámica y los primeros desplazamientos fueron posibles gracias a la mayor seguridad que se le daba a los viajeros, fundamentalmente luego del período de la Pax Romana, donde ya los caminos eran más transitables y distintas formas de alojamiento eran capaces de albergar a un número aún poco significativo de turistas (si lo comparamos con las cifras que se manejan hoy en día). El motor había comenzado a rugir, los primeros Km. ya estaban hechos, el camino a recorrer todavía era muy largo, el hoy no se avecinaba. Si esta primera parte te interesó, leé las siguientes en las próximas ediciones de Km0.
Bibliografía consultada

“Griegos Historia Universal” – Miguez, Nestor – Editorial Alianza- 1995
“Historia del Turismo” – Khatchikian, Miguel – Editorial Universidad San Martin de Porres – 2000
“Nuestros antepasados los romanos” – Hanoune, Roger; Scheid John – Ediciones B

Primera Fiesta Regional Del Camino del Gaucho

Maipú: hospitalidad y “sentir gauchesco”

Sin lugar a dudas hablar de nuestras tradiciones, es hacer un retroceso en el tiempo para llegar, al menos con nuestra imaginación, a toparnos con todo aquello que forma parte de nuestro legado cultural. El mismo, no sólo nos enriquece como personas, sino que nos permite entender el presente y por qué no, hacer que el futuro no deje olvidado en el camino todo lo que denominamos con orgullo, “raíces”. Para ello, es necesaria la humilde colaboración de todos, poniendo el corazón y el esfuerzo en iniciativas que tengan como fin último acercar al pueblo a su preciado patrimonio cultural. Teniendo en cuenta todo esto, “Camino del Gaucho” será hoy nuestro punto de partida.

Un camino que propone un recorrido turístico de cientos de kilómetros, enlazando localidades gauchescas y tradicionales de la mítica pampa argentina, fue enaltecido por la celebración de su primera fiesta. Durante tres días, cultura, tradición e identidad fueron los emblemas que inundaron las calles de Maipú, uno de los destacados portales de este corredor. Sin duda alguna, tranquilidad y cordialidad reinan entre sus habitantes. Puertas abiertas, bicicletas sin candado, paisanos a caballo, forman parte de la postal que nos dejó esta peculiar localidad de la provincia de Buenos Aires, la cual decidimos visitar para adentrarnos en este resurgir gauchesco que está adquiriendo cada vez mayor relevancia.

Con el apoyo de la Municipalidad, la Fundación CEPA y la Red de Ecomuseos del Camino del Gaucho fue posible darle cuerpo a esta iniciativa que, de acuerdo a lo dicho por Solange Navarro (directora de turismo de Maipú), surgió el 3 de noviembre del 2006, fecha de inauguración del portal, en una conversación con gente de Provincia y de Nación. Además, agregó que se contó desde un principio, con el apoyo incondicional de la comunidad local, participando en la construcción del portal y la exposición de artesanías. De esta manera fue posible poner en marcha esta fiesta que, de acuerdo a la disponibilidad del calendario de Provincia, se llevó a cabo del 30 de marzo al 1° de abril del corriente año.

Debido a las condiciones climáticas no fue posible dar comienzo a la fiesta en el lugar planificado. Constantes lluvias durante los días previos obligaron a los organizadores de la fiesta a modificar sus planes, optando por el Club J. Newbery, ubicado a una cuadra de la plaza central, como sede alternativa. El acto inaugural tuvo un tinte claramente local, acudiendo a dichas instalaciones gran parte del pueblo. En un salón revestido para la ocasión, se presentaron distintas agrupaciones locales y regionales, destacando la agrupación folclórica “El Potrillo” de Vidal. El marco de color lo daba la peña que se vivía en simultáneo, donde se ofrecían empanadas y diferentes bebidas; mientras tanto, en la sala contigua se emplazaba la feria artesanal, donde podía apreciarse la cultura tangible manifestada en vestimenta típica, objetos decorativos, y una amplia variedad de elementos. Por otra parte, se dieron a conocer las postulantes a reina de los distintos ecomuseos de la red, que, vestidas a la usanza típica, desplegaron su simpatía y hermosura en el escenario. El broche de oro fue el cierre con el grupo Fuerza Latina de Maipú, que llenó de entusiasmo y alegría a la celebración y, con su versión de grandes clásicos de la música popular, levantó de las sillas a todos los presentes.

En días sucesivos, se fueron desarrollando las actividades programadas. El sábado por la tarde, tuvo lugar el desfile tradicionalista, donde 20 agrupaciones regionales transitaron por los alrededores de la plaza de la ciudad, bajo la mirada respetuosa de los cálidos habitantes. El día culminó con la presentación de la agrupación Jirón Gaucho de Madariaga y de Carlos Ramón Fernández. Por su parte, se realizó la elección de la Primera Reina Regional del Camino del Gaucho, llevándose todos los honores, Celeste Nan, representante de la ciudad de La Plata. El domingo se realizaron diversos espectáculos relacionados con la jineteada y actividades del campo, entregándose numerosos premios a los participantes que demostraron su destreza y coraje en diferentes certámenes.

En fin, Maipú vivió un fin de semana gauchesco, dando el puntapié inicial para la presentación de iniciativas de esta índole en otros destinos de este extenso corredor. Todo el esfuerzo volcado en esta oportunidad, debe reencauzarse en la continuidad de esta fiesta, tomando como estándar el éxito que tuvo en esta primera edición. Aquí no debemos confundirnos. El hecho de que una fiesta acoja una concurrencia masiva, no garantiza dicho éxito; hoy en día no es difícil encontrarse con fiestas que han desvirtuado su significado y han visto la realización de las mismas como una alternativa redituable. Estamos convencidos de que deben primar los parámetros cualitativos, siendo el fin último de estos eventos, la revalorización de lo que cada pueblo considera que le es propio.

Maipú, con su fiesta, nos dejó una enseñanza. Todo es factible cuando impera el trabajo, la voluntad, y la colaboración del pueblo, que en fin, es creador y destinatario principal de este tipo de eventos.

Viajar: Una forma de vida


Mariano Schor: 29 años, guardavidas, vive en Mar del Plata. Es un apasionado de los viajes aventureros. Recorrió la Patagonia y varios países de Sudamérica. Ideó la "Expedición Pororoca", a la que dividió en dos partes: la primera la hizo con su novia y llegó hasta las Galápagos; la segunda está a punto de empezar. Va a recorrer el Amazonas en balsa. ¿Lo logrará? En esta nota nos cuenta un poco sobre sus motivaciones, su filosofía y sus proyectos.

Entrevista

¿Qué te motiva a realizar este tipo de viajes? Por un lado cambiar la vida de la ciudad que es muy rutinaria, conocer otras culturas, otra gente, y por otro rescatar un poco lo que es nuestra fuente que está un poco perdida, la Madre Naturaleza.

¿Recordás cuál fue tu primera experiencia? Yo empecé desde chico, una vez con mis amigos nos fuimos al sur, cargamos las bicicletas en un colectivo y después nos fuimos a recorrer San Martín. Algunos abandonaron porque no les gustaba tanto, y otros nos quedamos dando vueltas más tiempo del que pensábamos. O sea básicamente el motivo de los viajes es cargarte de experiencias… Si, en estos 10 años que vengo haciendo estos viajes fui aprendiendo a conocer otras culturas; te das cuenta que Buenos Aires o Mar del Plata son ciudades más europeizadas que el resto de Sudamérica; no representan la imagen general que hay de la región. Ecuador, Perú y Bolivia son lugares más originarios, reflejan más nuestro pasado.

Y cuando te encontraste con otras culturas, ¿participaste de algún ritual, alguna fiesta, algo tradicional que te haya gustado? Rituales específicos no. Espero participar en muchos en la selva, los rituales de la gente aborigen y de las comunidades que habitan allá son más fuertes. Pero sí me adentré muchísimo en participar en charlas con la gente, donde espontáneamente alguien sacaba la guitarra, se armaba la fiesta así como se daba, y conocía otros bailes, otra música, otras costumbres. Eso me gustó muchísimo. No era ir a algún bar a escuchar una banda, sino que se presentaba la ocasión para que cada uno exprese lo que sentía como podía. Yo no soy cantante así que no expresé mucho pero me gustaba participar de eso. (Risas)

¿Cuál fue la experiencia más extraña que te tocó vivir? En realidad no hay una más extraña. Lo bueno de esta forma de viaje, o forma de vida, que así es como me lo tomo yo, es la extrañeza de que no sabés que te va a pasar al otro día. Las sorpresas son increíbles. Por ahí vos pensás que el otro día será normal, y de repente te encontrás que te subiste a un barco y estás yendo a Galápagos arriba de bolsas de papas, o estás viajando en un avión de la Fuerza Aérea, o te juntaste con dos personajes que no entendés ni cómo se llaman, y vas sentado con ellos en un auto de 2 x 2; es eso lo más lindo del viaje, a pesar de los riesgos que hay, robos y todo eso…Es la incertidumbre de no saber qué va a pasar al otro día y encontrarte con algo mejor de lo que vos esperabas, o peor. Todo eso en particular a mí me gusta, mientras que hay gente que necesita saber qué va a pasar.

Y mientras viajan, ¿qué hacen? ¿Escuchan música? Sí, ni hablar. La música es un poco el alma de la vida, tener música es fundamental, pero más que nada vamos conectándonos con la gente, conociendo cómo viven, compartiendo el día de ellos. No es un viaje convencional, unas vacaciones. Vamos vendiendo artesanías, estamos permanentemente en contacto con gente, con historias, con momentos y aventuras de todo tipo. Me encanta surfear, paso mucho tiempo en el agua, y voy descubriendo lo que es la naturaleza, la fauna, la flora de otros países.

¿Van escribiendo cosas? Algo escribimos... Hace poco sacamos un demo de la primera etapa de 35 horas de grabación, para poder transmitírselo a la gente. Y ahora estamos haciendo un documental; en este viaje se agrega un camarógrafo, con una cámara de mejor definición que la nuestra. “Es la incertidumbre de no saber qué va a pasar al otro día”

¿Cómo te financiabas los viajes? Depende qué viajes, generalmente siempre fui sólo con la plata de los ahorros y trabajando un poco en cada lugar; el viaje anterior fue todo financiado con lo que habíamos ganado en la temporada. También hay que tener en cuenta que vivo en una casa rodante, entonces no pago alquiler, luz, agua, y puedo ahorrar un poco más de lo normal.

Y los alimentos… En las travesías por río mucha gente colabora con pescado, o con lo que tienen a mano, o vamos buscando algo en el camino. Pero siempre tenés que llevar algunos refuerzos: arroz, fideos, la comida cotidiana; en Sudamérica se come arroz todos los días, es la comida más sana que hay. O sea vivís a arroz.

¿Y el equipaje que llevás? La verdad, yo nunca hice las cosas muy técnicas. Salgo con lo que hay: cuchillos, tenedores, un machete, un hacha, y un par de herramientas. Pero no hay un equipo destinado. Juntás lo que hay, salís, vas consiguiendo en el camino y de alguna forma solucionarás lo que falta.

¿Tuviste problemas con la Policía o con Gendarmería? Depende mucho de la actitud que uno lleva; si vas viajando tranquilo, si te ven sencillo y no generás problemas tenés más chances de que colaboren y no te vuelvan loco. Pero si vas onda “yo soy argentino”, con actitud engreída, puede ser que te veas perjudicado.

Y ahora estás por hacer otro viaje, ¿Nos podés contar un poco de tu próximo destino? Es un complemento de la travesía anterior, en la que recorrimos la Patagonia, la Cordillera, Chile, Perú, Islas Galápagos. El auto quedó en Quito que está a un día de la selva. En marzo salimos para allá, llevando unos pontones con una estructura para que flote el rastrojero. Cruzaremos con la propulsión del motor, navegando todo el río Amazonas, conociendo las tribus y las culturas que hay en estos lugares. Sé que la balsa se puede hundir a los 10 días de viaje, es muy probable, pero no voy a poner el pensamiento en eso, es un riesgo que tomás.

¿Y dónde se inicia el camino? Arrancamos en el río Napo, uno de los afluentes del Amazonas que baja de Ecuador. Y ahí se transforma en el río caudaloso que conocemos, que avanza hasta el Atlántico.

¿El viaje cuánto dura más o menos? Este viaje tiene dos etapas: la primera duró 8 meses, y la segunda calculo, 8 meses más.

¿Y qué información tenés del Amazonas? La Dirección de Turismo de Ecuador nos apoya y nos va a decir qué comunidades son pacíficas y se pueden conocer y cuáles no, pero es difícil porque es un trayecto largo y por más que te informes, no vas a saberlo todo. Algunas tribus son selváticas, están escondidas y no son todavía reconocidas. Todo esto tiene un ingrediente sorpresa, que nos va a obligar a decidir si seguimos o no.

¿Y sabés qué vacunas necesitás? Sí, ahora en esta etapa del Amazonas es un poco más complicado que en los otros lugares; en este viaje a Anita, mi novia, le agarró fiebre tifoidea y se curó por suerte. Pero en esta parte hay una empresa que se llama Vacunar que nos ayuda con vacunas para la fiebre amarilla, la tifoidea, la rabia y otras más que hay que darse. Por ahí no salís vivo de esa. (Risas)

¿Y dónde van a dormir? En el Amazonas se va a complicar bastante. En el rastrojero vamos a hacer un segundo piso para poder dormir en el techo o en las hamacas paraguayas; o en la parte trasera.

¿Y cuánto te llevó preparar el proyecto? Y como que no fue muy preparado. O sea, más o menos visualizás que las cosas son posibles, qué se va a poder hacer con la plata y con lo que se gana con la venta de artesanías. Generalmente en 2 meses preparás el proyecto y arrancás. Éste lo planifiqué un poco más; no viene Anita, viene un biólogo, un científico, un camarógrafo y un guía nativo de la selva. La verdad es un “kilombo”, en esta expedición sí es grande la organización: coordinar las fechas de los pasajes, la embarcación y la balsa chiquita que llevamos de apoyo para sobrevivir. No vamos a depender de los sponsors para hacerlo; pero si tenés uno, te aliviana las cosas, no tenés que vender tantas artesanías y tenés más tiempo para hacer otras cosas. De acá salimos para allá en avión, los pasajes ya están. Básicamente lo más importante está, pero falta un poco de efectivo.

¿Y ya conseguiste algún sponsor para bancarte la travesía? Sí, bueno, la Dirección de Turismo de Mar del Plata nos participa como embajadores turísticos de la ciudad; CONOSUR, que es una empresa de tablas de Chapadmalal nos da algunas; KODAK nos brindó un equipo fotográfico bueno; un astillero de Buenos Aires, LUNAMAR, está preparando unos pontones para cruzar el río; la UBA nos conectó con un ingeniero que nos ayuda a construir la unión de la embarcación; también conseguimos un guía nativo y combustible. O sea que fuimos juntando algunas cosas, que no es efectivo, pero sí un material importante. Y todavía esperamos seguir buscando más para poder alivianar la carga en el viaje y dedicarnos más a hacer cosas nobles.

¿Tuviste algún obstáculo que te haya hecho pensar: “Hasta acá llegué”? Hubo varios obstáculos pero hasta ahora no he llegado nunca a desistir. Los problemas se van superando, pero hay veces que te dan ganas de dejar todo, por las trabas que te pone la gente, más que nada. Una de las cosas más dolorosas de todas las experiencias es eso: superar la burocracia; uno tiene ganas de soñar, de vivir una aventura diferente, de querer contagiar cosas buenas. Yo colaboro bastante con escuelas rurales, ayudo a los chicos pobres; siempre estuve en hospitales, pinté el borda, hice millones de cosas, y en los momentos en que tenés ganas de hacer algo distinto, la burocracia te traba porque falta un papel o no está el permiso… Por ejemplo en el caso de la balsa, tuvimos problemas con prefectura, que nos la quiso secuestrar después de 100 días de navegación. Hicimos 2000 Km. y faltaban sólo 50 más; pero nos pararon y no hubo caso, no nos dejaron seguir. Por suerte un tipo nos prestó unos kayaks y terminamos el recorrido así. En fin, creo que deberían ponerse las pilas y apoyar estas experiencias distintas. No tienen por qué trabarte.

¿Y tus amigos qué opinan de lo que hacés? Hay amigos como Guille, que es mi compañero de toda la vida de la playa, que me alientan para seguir adelante. Encontrás un par de personas así dando vueltas que te apoyan, que llegan y te dicen “Dale para adelante”. Pero a veces la familia se pone nerviosa con estas cosas, y tratan de volverlo a uno a la “normalidad” de los acontecimientos.

¿Qué pensás de esta vida “normal”? No pienso que una forma de vivir sea la que está bien y las otras no, sino que cada uno tiene que vivir como lo siente. Yo trabajé mucho tiempo en Buenos Aires y el curso de guardavidas lo hice ahí; llevé una vida rutinaria y la pasé bárbaro, viví momentos increíbles. Pero sentía la necesidad de hacer otras cosas; la seguridad no es lo que busco y lo que me hace feliz. Necesito adrenalina, otras experiencias. “No hay que quedarse con los comentarios ‘mala leche’ que te tildan de loco”

¿Te gustaría seguir viviendo de esa manera o tenés idea de formar una familia? Algo más estable… Espero que el hecho de formar una familia no impida seguir con esta forma de hacer las cosas. Tengo amigos que hacen cosas similares, viajes, recorridos, con sus hijos y señoras, y no cambiaron por asentarse. La cosa es más complicada pero poniéndole ímpetu se puede llevar adelante; no hay que quedarse con los comentarios “mala leche” que te tildan de loco. Igualmente por ahora me siento bien así y la paso mejor que llevando una vida rutinaria.

¿Pensás que tiene que haber más personas con tu misma filosofía? No sé si puedo decirlo yo eso; cada uno tiene su conciencia y su forma de tomarse y vivir la vida. Pero sí me gustaría contagiar un poco más la naturaleza, sobre todo en los chicos; a nuestra próxima expedición le pusimos “Pies descalzos, Madre Tierra”. El mensaje es que tengamos un poco más de contacto con el mar, la montaña, el verde del paisaje, algo olvidados con el ritmo de la ciudad y las nuevas tecnologías. Aunque no nos parezca, con el tiempo fuimos perdiendo capacidades que teníamos para entender la Naturaleza. Cuando estuvimos en las Islas Galápagos dimos clases gratuitas de surf para chicos y notamos la diferencia de habilidad que tenían con los chicos de la ciudad, aprendían rapidísimo; creo que es por esa convivencia diaria que tienen con el medio, que acá se está perdiendo. Dentro de todo en Mar del Plata tenemos suerte por el tema de la playa, pero en otros lugares hay gente que por 5 ó 6 años no tiene contacto con la tierra; cómo se puede pretender que se cuide una naturaleza que ni siquiera se pisa, ¿no?

Km0

Una F100, dos badulaques y la ruta



Niko y el Vikingo nos relatan, con literaria espontaneidad, su travesía por el norte argentino. Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan… Allí muy poco es demasiado. Una roca, tres arbustos y el horizonte. Uno pone su alma. Del resto se encargan las sombras y la inmensidad.

Niko: Partimos hacia Santiago una fría noche de invierno. Eran las tres de la madrugada y acabábamos de atravesar el único día de nuestras vidas dedicado a los preparativos.

Vikingo: …que buscar la camioneta al otro lado de la ciudad, que esperar dos horas más hasta que terminaran de colocar el capot, que la carpa de Juancito en la casa de la tía, que juntar los trastos y seleccionar la ropa, que las compras en el mercado, que los malditos pitutos esos para…
Niko: No paramos ni un segundo y aún así arrancamos, demasiado ansiosos para esperar la luz de un nuevo día.

Vikingo: Cuéntales cuando me quedé dormido manejando.

Niko: ¡Qué fruncida, Dios mío! No había pasado media hora desde que cruzáramos el Brazo Largo y ya veníamos cabeceando. De repente, un frío corrió por mi espalda e instintivamente giré mi cabeza hacia la izquierda sorprendiendo al Vikingo con las manos en el volante, la velocidad rozando los 80 km/h, ¡y sus ojos completamente cerrados!

Vikingo: ¡Ja! Imaginen el susto que se pegó el pobre diablo.

Niko: Así empezó esta locura. Dos semanas de nuestras vidas y 3500 kms. de ruta.

Vikingo: ¡A un desesperante promedio de 65 km/h! Pero piensen en una F100 modelo ´73, rescatada noblemente de las fauces del olvido y atada con alambre, fastix y poxilina.

Niko: Soportó y superó la prueba más dura de su vida valiéndose exclusivamente del orgullo FORD y una simpatiquísima incompetencia.

Vikingo: Empezó perdiendo aceite. Lo arreglamos. Entonces le tocó el turno al líquido de frenos. Lo arreglamos. ¡Nos quedamos sin nafta!

Niko: Hasta aquí, dos puntos para “la máquina” y uno para los “colgate plus extra idiotas que se quedan sin combustible a dos kms del pueblo más cercano, en pleno ocaso y a unos pocos metros del cementerio local”.

Vikingo: Yo caminé esos dos largos kms. de ida y de vuelta mientras tú, muy tranquilo, matabas el tiempo con tus nuevos y difuntos amigos.

Niko: Sí claro, fue muy divertido…

Vikingo: Obviamente, también se nos pinchó una goma.

Niko: ¡Pero justo en frente de una gomería!

Vikingo: Es verdad, casi ni la sentimos a esa. Pero tuvimos suerte, pues no llevábamos repuesto… Después empezó a perder líquido de embrague y, como la cerecita encima del postre, se nos ca… ¡BIP! el tren delantero.

Niko: Así fue como conocimos, con algo más de detalle, al pueblo de Santa María de Jocubil *****, que queda en Catamarca, muy cerca de Tafí del Valle, en Tucumán. Por cierto, si van para el norte no se pierdan los alrededores de Tafí. Recuerdo la enorme cantidad de cactus gigantes por todos lados; parecían manos haciendo señas, algunas muy obscenas.

Vikingo: Estuvimos varados en Santa María tres días y dos noches. Para la tarde del primero, ya éramos gente amiga. En el norte los lugareños ocultan su generosidad detrás de una mirada de piedra, pero es una mirada que se esfuma apenas uno los saluda. Grandes sonrisas en el lejano norte; de las más grandes que he visto.

Niko: Fueron tres días de absoluto relajo. La vida por aquellos pagos es sencilla y predecible. Desde allí todo lo demás me parecía revuelto, confuso, ridículo...

Vikingo: Ahora de algo estoy seguro: lo mejor del norte es lo que hay entre medio de los puntos que figuran en el mapa.

Niko: ¡Ah, la ruta!

Vikingo: La ruta es lo que allí importa, mis amigos. Enormes extensiones de pura nada, polvo, polvo, polvo y más polvo (del literal, lamento decirles), vientos huracanados que amenazan con tirarte a la banquina, ¡cóndores revoloteando altivos y majestuosos por encima de tu cabeza!…

Niko: Da la sensación de estar en una dimensión distinta, profunda, silenciosa, salvaje y completamente indiferente a todo lo demás. Gigante desteñido, el norte parece el inconsciente de este mundo.

Vikingo: Y no hablemos de la noche. Aquella que nos obligaba diariamente a buscar un refugio donde colocar la carpa y hacer el fuego sagrado que daba luz a nuestros ojos y calor a nuestros huesos.

Niko: Nada de hoteles, no señor. Ni siquiera campings. Lo nuestro era dormir al costado de la ruta, en la parte trasera de alguna estación de servicio o, a lo sumo, algún techito sin paredes donado gratamente por la bondad natural de los lugareños.

Vikingo: Tenemos mil anécdotas más para contar, pero acá nos piden que vayamos cerrando la idea.

Niko: Sí, parece que ya nos hemos extendido demasiado.

Vikingo: Pues entonces se las hago corta: vayan al norte y vuelvan con sus propias anécdotas.

Niko: Les prometemos que no se arrepentirán.