Mariano Schor: 29 años, guardavidas, vive en Mar del Plata. Es un apasionado de los viajes aventureros. Recorrió la Patagonia y varios países de Sudamérica. Ideó la "Expedición Pororoca", a la que dividió en dos partes: la primera la hizo con su novia y llegó hasta las Galápagos; la segunda está a punto de empezar. Va a recorrer el Amazonas en balsa. ¿Lo logrará? En esta nota nos cuenta un poco sobre sus motivaciones, su filosofía y sus proyectos.Entrevista
¿Qué te motiva a realizar este tipo de viajes? Por un lado cambiar la vida de la ciudad que es muy rutinaria, conocer otras culturas, otra gente, y por otro rescatar un poco lo que es nuestra fuente que está un poco perdida, la Madre Naturaleza.
¿Recordás cuál fue tu primera experiencia? Yo empecé desde chico, una vez con mis amigos nos fuimos al sur, cargamos las bicicletas en un colectivo y después nos fuimos a recorrer San Martín. Algunos abandonaron porque no les gustaba tanto, y otros nos quedamos dando vueltas más tiempo del que pensábamos. O sea básicamente el motivo de los viajes es cargarte de experiencias… Si, en estos 10 años que vengo haciendo estos viajes fui aprendiendo a conocer otras culturas; te das cuenta que Buenos Aires o Mar del Plata son ciudades más europeizadas que el resto de Sudamérica; no representan la imagen general que hay de la región. Ecuador, Perú y Bolivia son lugares más originarios, reflejan más nuestro pasado.
Y cuando te encontraste con otras culturas, ¿participaste de algún ritual, alguna fiesta, algo tradicional que te haya gustado? Rituales específicos no. Espero participar en muchos en la selva, los rituales de la gente aborigen y de las comunidades que habitan allá son más fuertes. Pero sí me adentré muchísimo en participar en charlas con la gente, donde espontáneamente alguien sacaba la guitarra, se armaba la fiesta así como se daba, y conocía otros bailes, otra música, otras costumbres. Eso me gustó muchísimo. No era ir a algún bar a escuchar una banda, sino que se presentaba la ocasión para que cada uno exprese lo que sentía como podía. Yo no soy cantante así que no expresé mucho pero me gustaba participar de eso. (Risas)
¿Cuál fue la experiencia más extraña que te tocó vivir? En realidad no hay una más extraña. Lo bueno de esta forma de viaje, o forma de vida, que así es como me lo tomo yo, es la extrañeza de que no sabés que te va a pasar al otro día. Las sorpresas son increíbles. Por ahí vos pensás que el otro día será normal, y de repente te encontrás que te subiste a un barco y estás yendo a Galápagos arriba de bolsas de papas, o estás viajando en un avión de la Fuerza Aérea, o te juntaste con dos personajes que no entendés ni cómo se llaman, y vas sentado con ellos en un auto de 2 x 2; es eso lo más lindo del viaje, a pesar de los riesgos que hay, robos y todo eso…Es la incertidumbre de no saber qué va a pasar al otro día y encontrarte con algo mejor de lo que vos esperabas, o peor. Todo eso en particular a mí me gusta, mientras que hay gente que necesita saber qué va a pasar.
Y mientras viajan, ¿qué hacen? ¿Escuchan música? Sí, ni hablar. La música es un poco el alma de la vida, tener música es fundamental, pero más que nada vamos conectándonos con la gente, conociendo cómo viven, compartiendo el día de ellos. No es un viaje convencional, unas vacaciones. Vamos vendiendo artesanías, estamos permanentemente en contacto con gente, con historias, con momentos y aventuras de todo tipo. Me encanta surfear, paso mucho tiempo en el agua, y voy descubriendo lo que es la naturaleza, la fauna, la flora de otros países.
¿Van escribiendo cosas? Algo escribimos... Hace poco sacamos un demo de la primera etapa de 35 horas de grabación, para poder transmitírselo a la gente. Y ahora estamos haciendo un documental; en este viaje se agrega un camarógrafo, con una cámara de mejor definición que la nuestra. “Es la incertidumbre de no saber qué va a pasar al otro día”
¿Cómo te financiabas los viajes? Depende qué viajes, generalmente siempre fui sólo con la plata de los ahorros y trabajando un poco en cada lugar; el viaje anterior fue todo financiado con lo que habíamos ganado en la temporada. También hay que tener en cuenta que vivo en una casa rodante, entonces no pago alquiler, luz, agua, y puedo ahorrar un poco más de lo normal.
Y los alimentos… En las travesías por río mucha gente colabora con pescado, o con lo que tienen a mano, o vamos buscando algo en el camino. Pero siempre tenés que llevar algunos refuerzos: arroz, fideos, la comida cotidiana; en Sudamérica se come arroz todos los días, es la comida más sana que hay. O sea vivís a arroz.
¿Y el equipaje que llevás? La verdad, yo nunca hice las cosas muy técnicas. Salgo con lo que hay: cuchillos, tenedores, un machete, un hacha, y un par de herramientas. Pero no hay un equipo destinado. Juntás lo que hay, salís, vas consiguiendo en el camino y de alguna forma solucionarás lo que falta.
¿Tuviste problemas con la Policía o con Gendarmería? Depende mucho de la actitud que uno lleva; si vas viajando tranquilo, si te ven sencillo y no generás problemas tenés más chances de que colaboren y no te vuelvan loco. Pero si vas onda “yo soy argentino”, con actitud engreída, puede ser que te veas perjudicado.
Y ahora estás por hacer otro viaje, ¿Nos podés contar un poco de tu próximo destino? Es un complemento de la travesía anterior, en la que recorrimos la Patagonia, la Cordillera, Chile, Perú, Islas Galápagos. El auto quedó en Quito que está a un día de la selva. En marzo salimos para allá, llevando unos pontones con una estructura para que flote el rastrojero. Cruzaremos con la propulsión del motor, navegando todo el río Amazonas, conociendo las tribus y las culturas que hay en estos lugares. Sé que la balsa se puede hundir a los 10 días de viaje, es muy probable, pero no voy a poner el pensamiento en eso, es un riesgo que tomás.
¿Y dónde se inicia el camino? Arrancamos en el río Napo, uno de los afluentes del Amazonas que baja de Ecuador. Y ahí se transforma en el río caudaloso que conocemos, que avanza hasta el Atlántico.
¿El viaje cuánto dura más o menos? Este viaje tiene dos etapas: la primera duró 8 meses, y la segunda calculo, 8 meses más.
¿Y qué información tenés del Amazonas? La Dirección de Turismo de Ecuador nos apoya y nos va a decir qué comunidades son pacíficas y se pueden conocer y cuáles no, pero es difícil porque es un trayecto largo y por más que te informes, no vas a saberlo todo. Algunas tribus son selváticas, están escondidas y no son todavía reconocidas. Todo esto tiene un ingrediente sorpresa, que nos va a obligar a decidir si seguimos o no.
¿Y sabés qué vacunas necesitás? Sí, ahora en esta etapa del Amazonas es un poco más complicado que en los otros lugares; en este viaje a Anita, mi novia, le agarró fiebre tifoidea y se curó por suerte. Pero en esta parte hay una empresa que se llama Vacunar que nos ayuda con vacunas para la fiebre amarilla, la tifoidea, la rabia y otras más que hay que darse. Por ahí no salís vivo de esa. (Risas)
¿Y dónde van a dormir? En el Amazonas se va a complicar bastante. En el rastrojero vamos a hacer un segundo piso para poder dormir en el techo o en las hamacas paraguayas; o en la parte trasera.
¿Y cuánto te llevó preparar el proyecto? Y como que no fue muy preparado. O sea, más o menos visualizás que las cosas son posibles, qué se va a poder hacer con la plata y con lo que se gana con la venta de artesanías. Generalmente en 2 meses preparás el proyecto y arrancás. Éste lo planifiqué un poco más; no viene Anita, viene un biólogo, un científico, un camarógrafo y un guía nativo de la selva. La verdad es un “kilombo”, en esta expedición sí es grande la organización: coordinar las fechas de los pasajes, la embarcación y la balsa chiquita que llevamos de apoyo para sobrevivir. No vamos a depender de los sponsors para hacerlo; pero si tenés uno, te aliviana las cosas, no tenés que vender tantas artesanías y tenés más tiempo para hacer otras cosas. De acá salimos para allá en avión, los pasajes ya están. Básicamente lo más importante está, pero falta un poco de efectivo.
¿Y ya conseguiste algún sponsor para bancarte la travesía? Sí, bueno, la Dirección de Turismo de Mar del Plata nos participa como embajadores turísticos de la ciudad; CONOSUR, que es una empresa de tablas de Chapadmalal nos da algunas; KODAK nos brindó un equipo fotográfico bueno; un astillero de Buenos Aires, LUNAMAR, está preparando unos pontones para cruzar el río; la UBA nos conectó con un ingeniero que nos ayuda a construir la unión de la embarcación; también conseguimos un guía nativo y combustible. O sea que fuimos juntando algunas cosas, que no es efectivo, pero sí un material importante. Y todavía esperamos seguir buscando más para poder alivianar la carga en el viaje y dedicarnos más a hacer cosas nobles.
¿Tuviste algún obstáculo que te haya hecho pensar: “Hasta acá llegué”? Hubo varios obstáculos pero hasta ahora no he llegado nunca a desistir. Los problemas se van superando, pero hay veces que te dan ganas de dejar todo, por las trabas que te pone la gente, más que nada. Una de las cosas más dolorosas de todas las experiencias es eso: superar la burocracia; uno tiene ganas de soñar, de vivir una aventura diferente, de querer contagiar cosas buenas. Yo colaboro bastante con escuelas rurales, ayudo a los chicos pobres; siempre estuve en hospitales, pinté el borda, hice millones de cosas, y en los momentos en que tenés ganas de hacer algo distinto, la burocracia te traba porque falta un papel o no está el permiso… Por ejemplo en el caso de la balsa, tuvimos problemas con prefectura, que nos la quiso secuestrar después de 100 días de navegación. Hicimos 2000 Km. y faltaban sólo 50 más; pero nos pararon y no hubo caso, no nos dejaron seguir. Por suerte un tipo nos prestó unos kayaks y terminamos el recorrido así. En fin, creo que deberían ponerse las pilas y apoyar estas experiencias distintas. No tienen por qué trabarte.
¿Y tus amigos qué opinan de lo que hacés? Hay amigos como Guille, que es mi compañero de toda la vida de la playa, que me alientan para seguir adelante. Encontrás un par de personas así dando vueltas que te apoyan, que llegan y te dicen “Dale para adelante”. Pero a veces la familia se pone nerviosa con estas cosas, y tratan de volverlo a uno a la “normalidad” de los acontecimientos.
¿Qué pensás de esta vida “normal”? No pienso que una forma de vivir sea la que está bien y las otras no, sino que cada uno tiene que vivir como lo siente. Yo trabajé mucho tiempo en Buenos Aires y el curso de guardavidas lo hice ahí; llevé una vida rutinaria y la pasé bárbaro, viví momentos increíbles. Pero sentía la necesidad de hacer otras cosas; la seguridad no es lo que busco y lo que me hace feliz. Necesito adrenalina, otras experiencias. “No hay que quedarse con los comentarios ‘mala leche’ que te tildan de loco”
¿Te gustaría seguir viviendo de esa manera o tenés idea de formar una familia? Algo más estable… Espero que el hecho de formar una familia no impida seguir con esta forma de hacer las cosas. Tengo amigos que hacen cosas similares, viajes, recorridos, con sus hijos y señoras, y no cambiaron por asentarse. La cosa es más complicada pero poniéndole ímpetu se puede llevar adelante; no hay que quedarse con los comentarios “mala leche” que te tildan de loco. Igualmente por ahora me siento bien así y la paso mejor que llevando una vida rutinaria.
¿Pensás que tiene que haber más personas con tu misma filosofía? No sé si puedo decirlo yo eso; cada uno tiene su conciencia y su forma de tomarse y vivir la vida. Pero sí me gustaría contagiar un poco más la naturaleza, sobre todo en los chicos; a nuestra próxima expedición le pusimos “Pies descalzos, Madre Tierra”. El mensaje es que tengamos un poco más de contacto con el mar, la montaña, el verde del paisaje, algo olvidados con el ritmo de la ciudad y las nuevas tecnologías. Aunque no nos parezca, con el tiempo fuimos perdiendo capacidades que teníamos para entender la Naturaleza. Cuando estuvimos en las Islas Galápagos dimos clases gratuitas de surf para chicos y notamos la diferencia de habilidad que tenían con los chicos de la ciudad, aprendían rapidísimo; creo que es por esa convivencia diaria que tienen con el medio, que acá se está perdiendo. Dentro de todo en Mar del Plata tenemos suerte por el tema de la playa, pero en otros lugares hay gente que por 5 ó 6 años no tiene contacto con la tierra; cómo se puede pretender que se cuide una naturaleza que ni siquiera se pisa, ¿no?
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